Cuando firmé la hipoteca de mi apartamento, sentí una mezcla de emoción y miedo. Era un paso enorme, pero también una gran responsabilidad. Un amigo me comentó sobre el seguro de vida hipoteca y entendí que no solo se trataba de cubrir una deuda, sino de garantizar el bienestar de mi familia. Busqué una opción que se ajustara a mis posibilidades y terminé contratando una póliza con buena cobertura. Desde entonces, vivo más tranquilo sabiendo que, pase lo que pase, mi hogar y mis seres queridos estarán protegidos. Fue una de las decisiones más sabias que he tomado.